La (no) dupla consistorio asociaciones

Tribuna libre de Francisco Belaustegui González, coordinador de Servicios Sociales en Unión Portuense.

Como todos sabemos, para que una relación funcione tiene que darse un entendimiento en ambos sentidos. En el caso del Gobierno de Germán Beardo y el tejido asociativo este jamás ha existido. Y no precisamente por la falta de intentos por parte de las asociaciones que, pese a las dificultades económicas derivadas de la nula gestión del consistorio, han seguido siendo leales a los ciudadanos.

La falta de pago y compromiso del consistorio portuense con las asociaciones es un problema que ha sido denunciado por los diferentes colectivos de la ciudad. Aunque este Ayuntamiento no es, ni debe ser, una de las principales fuentes de financiación de las asociaciones, un incumplimiento en el pago de las subvenciones comprometidas puede tener graves consecuencias, como la de no poder llevar a cabo sus actividades, generar situaciones de incertidumbre y dificultades económicas, lo que puede conllevar a la reducción de personal o la cancelación de proyectos. Todo esto afecta a la calidad y cantidad de los servicios que reciben los ciudadanos en condiciones normales, menguando recursos, nivel de atención o cantidad de servicios.

Es cierto que los problemas comenzaron en el último ejercicio del anterior gobierno. Y tres años y medio después, el PP de Beardo lejos de arreglar la relación, aún la ha agravado más. ¿Qué ha fallado? La nula gestión, ya que no han realizado ni tan si quiera las convocatorias; la falta de personal en las distintas áreas para tramitar las solicitudes y proceder a los pagos; la insufrible burocracia y la falta de modernización del consistorio.

Se puede pensar que en tres años y medio se podría haber mejorado en alguno de los puntos descritos, aunque solo sea en uno. El desánimo e impacto en la confianza de las asociaciones en este gobierno y en su capacidad para cumplir con sus obligaciones es enorme, lo que ha afectado negativamente en su relación y su disposición a colaborar.

A las entidades no se las ha escuchado. Se las ha ninguneado e incluso se las ha culpado y enfrentado. Sus reivindicaciones han sido tapadas por noticias de la realidad paralela que acostumbra a vender los community managers del alcalde en redes sociales mientras en el mundo real las asociaciones siguen atendiendo a los ciudadanos y paliando los problemas reales de la sociedad.

Quizás, lo que no advierte este gobierno es que subestimar de tal manera al tejido asociativo es, en definitiva, dañar a sus propios ciudadanos ya que las asociaciones asistenciales son más accesibles a la ciudadanía y llegan a sectores de la sociedad a los que la administración no llega.

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